viernes, enero 08, 2010

NUNCA ES DEMASIADO TARDE

Cartel de la película.

Nunca es demasiado tarde para una reconciliación con el cine argentino.
Gracias a películas como El secreto de sus ojos (Juan José Campanella, 2009) no resulta difícil dejar de lado juicios preconcebidos y olvidar por un momento por qué había dejado de ver este tipo de cine, y digo tipo, porque para mí se había convertido en un subgénero empalagoso y reiterativo que me quitaba las ganas de ver cualquier cosa que se asimilase a nombres como Héctor Alterio, por poner un ejemplo claro como el agua.
Lo cierto es que las críticas leídas y escuchadas me daban ánimos para acercarme a la sala 9 (dos veces en una semana parece mucho, pero así es) y de esta manera hice. Y no me he arrepentido (nunca lo hago), vaya que no.
Empecemos por la parte técnica, lo más evidente siempre y que en mi caso, ha de atraparme con fuerza, en caso contrario la mente empieza a vagar por entre las butacas y el propósito del film no se lleva a cabo. La fotografía es magnífica, con saturaciones de colorido y una planificación de planos y contraplanos, en ocasiones realmente trabajados, que hacen que el visionado sea un placer para la vista. Movimientos muy estudiados también, como el increíble plano secuencia del campo de fútbol, escena trepidante que anima un ritmo próximo al más puro film noir.

Plano secuencia en el campo de fútbol. Tremendo.


El oído también se siente regalado por la estupenda banda sonora de Federico Jusid, muy ajustada a la temática, envolvente cuando la historia lo requiere y ausente cuando no es necesaria.
Los actores, qué decir de unos actores que hacen suyos los personajes desde el primer minuto de la película. Y no sería justo destacar a Ricardo Darín, a pesar de merecer todos los halagos, cuando el plantel al completo rezuma verdad. La complicidad entre el propio Darín, Villamil y Francella (qué grandes las salidas de Sandoval. Las risas se sucedían entre los espectadores, y con razón) logran que el espectador salte sin red y se zambulla en una historia hilada con precisión. Pero este apunte ya entraría dentro de otro apartado y no quiero cerrar las alusiones al trabajo actoral sin mencionar a Javier Godino, aborrecible asesino que llegó a provocar la náusea en la que esto escribe. Gran estreno para el joven actor madrileño que pronto pasará de las series televisivas a ser reclamado para la gran pantalla. Al tiempo.


Isidoro Gómez (Javier Godino) haciendo pasar miedo a los protagonistas.


Nunca es demasiado tarde.
Éste podría ser el lema que resume la película y que se repite en varios momentos. Una historia marcada por la resolución a tiempo de conflictos personales de toda índole, desde los particulares hasta los amorosos, pasando por odios y redenciones personales. Espósito es capaz de volver su azul mirada hacia el pasado y retomar una historia irresuelta de sus tiempos en el Juzgado Penal. Sus inicios como escritor prometen tras la jubilación. Irene se enfrenta a un amor que no pudo ser por miedo, por no saber reaccionar a tiempo. Afortunadamente, y a pesar del tiempo pasado, donde hubo fuego quedan rescoldos, y la historia puede resolverse con un final feliz. Morales logra saldar una deuda a su manera, pudiendo quedar en paz si es que se puede tras haber perdido al amor de su vida. Y Sandoval se redime de sus pecados dándolo todo por el único amigo que es capaz de respetarle.
Amor, crímenes y venganzas en un mundo jurídico al que se quita hierro con mucho humor, inmerso en los cambios de la Argentina de finales de los años 70.

Irene (Soledad Villamil) y Benjamín (Ricardo Darín). Porque nunca es demasiado tarde.

Un juego de historias enlazadas gracias al buen hacer de Campanella que, jugando con el recurso del flashback, es capaz de llevar a cabo una de las mejores adaptaciones cinematográficas vistas por mí a partir de la obra de Eduardo Sacheri (La pregunta de sus ojos, 2005). La labor del cineasta argentino es tan buena que, elaborando un guión junto con el propio Sacheri, es capaz de que el espectador perciba una obra que es leída en imágenes. Tal vez no sepa cómo explicarme ante una sensación que no había tenido previamente en lo que a visionado de películas se refiere, pero el hecho es que fue así. Y tras volver a ver un destrozo como es Alatriste (Agustín Díaz Yanes, 2006), la comparación, siempre odiosa, hace que no pueda sino ensalzar El secreto de sus ojos. Porque para mí sucede lo mismo. Nunca es demasiado tarde.

8 comentarios:

SisterBoy dijo...

No voy a tener más remedio que verla. Por cierto hablando de cine argentino no te olvides de cosas como El bonaerense, La cienaga o Mundo Grua que valen mucho la pena

bolboreta dijo...

Efectivamente, querido Sisterboy, tendrás que verla. Y no te arrepentirás.
Me apunto los títulos que dejé pasar en su día por lo que explico al comienzo del post: aburrimiento.
Un abrazo.

SisterBoy dijo...

Por cierto que ayer te perdiste El aura otra peli argentina muy notable. La dieron por la segunda cadena de TVE

bolboreta dijo...

Vaya, ya das por hecho que no la he visto. Pues no, no la pude ver pero también está en la lista de videables.
Gracias por el apunte :)

Vega dijo...

Comparto tu opinion, en especial sobre Javier Godino. Te felicito por el blog, que estando todas las mañanas tan cerca, es la primera vez que le dedico el tiempo que se merece y creo que me voy a hacer asidua.

bolboreta dijo...

Me alegra mucho tu visita, compañera. Aquí siempre será bien recibida.
Abrazos.

Miho dijo...

Muy buenos tus comentarios sobre esta peli, la vi hoy y pienso lo que vos. Me gusto muchísimo la forma en que esta contada la historia. Es una joya que espero que gane algún premio importante (si empieza con O... mejor) para que la vea mucha mas gente.

bolboreta dijo...

¡Muchas gracias Miho! Me alegra muchísimo verte por aquí de nuevo.
Es que la película lo vale. Yo también lo espero; ese O. tiene dueño.

Un abrazo cálido.