lunes, agosto 24, 2009

CULTURETA (UNA VEZ AL AÑO...)

Para sofocar los calores estivales nada mejor que dejarse criogenizar en un cine (como sucedió cuando fui a ver Enemigos Públicos – próximamente, crítica en sus pantallas) o en un museo. Decido ir a ver la retrospectiva con la que se homenajea a Juan Muñoz en el MNCARS, que ya va siendo hora.
No es el mejor día porque la entrada es gratuita y va a estar lleno de turistas, pero me arriesgo (¿qué es la vida sin riesgo?) y merece la pena.
Como siempre, recorro los espacios como me place: no importan los itinerarios, si los hay - que no siempre - y voy a contracorriente, sorteando niños que se acercan a las esculturas con malicia (temí por la enana pintada de azul, en serio) y aprovechando la oportunidad de trepar por unas escuetas escaleras de caracol para ver algunos dibujos del artista, meros apuntes como testimonio del proceso artístico.
Qué decir de las esculturas que inundan pasillos, salas y terraza (¡al fin la han abierto!)… Que siempre me han gustado esos tentetiesos que danzan solitarios, aunque parezca que interaccionan entre sí. Tienden sus manos hacia el vacío, esperando una respuesta de su ciego compañero, sin embargo, lo más plausible sería que el propio espectador danzase con ellos.




Los trampantojos en los suelos, los muñecos de ventrílocuo que mueven sus labios sin dejar salir un sonido, los trenes que corren sobre las cabezas de los paseantes o que descarrilan para permitir el juego en su interior, los hombres colgados que se carcajean eternamente (¿de qué se reirán tanto? Tal vez sea el antídoto para semejante existencia), aquellos que ni eso pueden hacer debido a la soga que surge de sus gargantas y les suspende en elegante pose, las figuras que aplastan su rostro contra espejos que permiten el juego con el espectador, buscando tal vez una identidad perdida entre la masa humana… Magnífico.








Pero lo mejor estaba por llegar. Me apetece subir en los cristalinos ascensores para buscar la obra de Saura, quiero gritos y crucificados, pero, antes de encontrarle entre un totum revolutum de pequeñas exposiciones temporales, aparece ante mí una joya que me entusiasma: el tríptico de José Val del Omar, compuesto por Acariño galaico, Aguaespejo granadino y Fuego en Castilla, mi preferida. Es la sorpresa del año, poder ver semejante maravilla en pantalla grande, a pesar del paso de los visitantes y del frío polar que hace en esa sala. Creo que me van a ver mucho el pelo en el Reina en lo que queda de año. Es algo que merece la pena ser visto y a mí me interesa tanto que lo veré una y otra vez.

Con ganas de salir al calor madrileño me encamino a la tienda, por si hay algo que merezca la pena, y me encuentro con un saldo de libros, entre los que destaca la Filosofía del diseño, de Vilém Flusser. Me hago con él y, más contenta que unas castañuelas, decido seguir con el día cultural.






Ahora toca cine. Por fin voy a ver Eros (2004), el proyecto realizado por Antonioni, Soderbergh y Wai. Y he de decir que, exceptuando la parte del chino, que es magnífica (como de costumbre), el resto del film me decepciona mucho. Sólo Wai consigue que me interese la historia, que me gusten sus tristes personajes, que me intrigue lo que va a pasar, que me deje llevar por la música, siempre bien escogida, y por la belleza de las imágenes. Won Kar Wai nunca defrauda.




Y con ganas de Anticristo (Lars von Trier, 2009) me dispongo a ver Cinco condiciones, una perversidad ideada por el propio Trier y codirigida por JØrgen Leth en 2003. Se trata de rehacer el cortometraje de Leth titulado El hombre perfecto (1967) en cinco ocasiones, cada una de ellas marcada por diversas condiciones que ponen al danés contra las cuerdas al tener que darle varias vueltas de tuerca a todo el proceso cinematográfico. El resultado es genial. No se la pierdan.




* Fotografías Juan Muñoz: bolboreta.

2 comentarios:

SisterBoy dijo...

A mi también fue el segmento de Wai el que más me gustó de Eros. El de Antonioni me pareció vulgar y el de Soderbergh una tontería.

Cinco condiciones no es la mejor pelíucla de Trier pero puede que sea la más reveladora de su personalidad egocentrica (algo que no tiene porque ser un defecto y menos cuando se es artista) y particularmente sádica como tendrás ocasión de comprobar en Anticristo. Ya la comentaremos aquí o en mi casa.

bolboreta dijo...

Totalmente de acuerdo. Aún tengo mal cuerpo después de ver Anticristo. Comentaremos, comentaremos. Ahora le leo.