"En aquel entonces era difícil saberlo. Uno va al cine o al teatro y vive su noche sin pensar en los que ya han cumplido la misma ceremonia, eligiendo el lugar y la hora, vistiéndose y telefoneando y fila once o cinco, la sombra y la música, la tierra de nadie y de todos allí donde todos son nadie, el hombre o la mujer en su butaca, acaso una palabra para excusarse por llegar tarde, un comentario a media voz que alguien recoge o ignora, casi siempre el silencio, las miradas vertiéndose en la escena o la pantalla, huyendo de lo contiguo, de lo de este lado. Realmente era difícil saber, por encima de la publicidad, de las colas interminables, de los carteles y las críticas, que éramos tantos los que queríamos a Glenda". (Queremos tanto a Glenda, Julio Cortázar).
A partir de esta semana que apenas empieza se nos escapa una oportunidad de repetir este ritual tan bien descrito por Cortázar. El último pequeño cine de esta ciudad cierra sus puertas privándonos de todo a los que solíamos acudir a sus sesiones de películas que se escurrían entre los conductos más comerciales de las multisalas. El cine Dúplex desaparece, al igual que hicieron ambos Novocine, siguiendo el ejemplo de salas míticas (y espaciosas) como fueron las del Avenida, el Mary, el Xesteira...
La últimas películas que he visto aquí las he disfrutado (o no) en el Dúplex, y ya la mirada del encargado hacía presagiar este the end. Por sus ojos, y porque era la única espectadora de las dos salas, entendía que o bien me agradecía que siguiese siendo fiel a esas paredes que encerraron tantos sueños, o bien me odiaba porque le hacía poner la película por los míseros 4,50 que costaba la entrada (que no son moco de pavo, no señor, pero en comparación con lo que se estila por ahí...).
Quede constancia de lo que está pasando por aquí, de que cada día me siento más sola en mi lucha por tratar de ver cine de calidad. Me quedan las pocas sesiones que nos "regalan" los ciclos salvíficos de ciertas cajas de ahorros que permiten presenciar, entre permanentes y cardados, joyas que aún se consideran merecedoras de ser proyectadas. Buenos vamos.
3 comentarios:
Tienes razón. Y sobre todo cuándo sólo tienes una sesión para poder ver esa película en solitario en una pequeña sala aún es más difícil la lucha contra la comodidad de los circuitos comerciales.
Por lo menos ahora tenemos en Valencia la Mostra, una oportunidad de ver a Bergman, Antonioni, Clouzot y mucho más.
Besets
Es una epidemia!
En Santander no hay cines en la ciudad, hay que ir a centros comerciales, y han cerrado la filmoteca porque no tenían permiso para proyectar (!!!!). Sin embargo aun hay esperanza, hace dos años abrió un cine pequeñito donde ponen cine de dificil acceso a santander, son dos salas muy muy pequeñas, pero algo es algo!
Sniff! :C
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