
La segunda película de la trilogía Tres Colores (Kieslowski) resulta ciertamente desconcertante. Un polaco que es rechazado por su esposa esquizofrénica (es un decir, pero lo cierto es que su comportamiento parece propio de alguien con doble personalidad), y que debe regresar a su país de origen, ganando dinero para lograr que ella vuelva.
Aunque no he podido ver Rojo (todavía), creo que, en comparación con Azul, Blanco queda bastante deslucida, a nivel de historia y, sobre, todo, en cuanto a la estética de los colores (Azul es preciosa en ese sentido).
Por otro lado, la historia, a pesar de que es un tanto extraña, nos muestra cómo hay personas que se mueven únicamente por intereses materiales (véase el personaje de Dominique, a la cual sólo le interesa conseguir de su marido o placer o dinero), mientras que hay buena gente que se arriesga para ayudar a los amigos (el amigo polaco, que acaba de conocer a Karol en el metro lo ayuda a salir de París, a pesar de los riesgos). Y es que esto nos demuestra también, que los compatriotas inmigrantes se ayudan en los países extraños que no siempre acogen tan bien a los que quieren buscarse la vida y sobrevivir. Esto sí que da qué pensar.