

(Contiene spoilers).
- Take care now.
- You too.
- ¡Oh, yeah!
Lo he leído en todas partes, por activa y por pasiva, creo que hasta he soñado con ello. Harry el sucio ha vuelto, con unos años más encima, pero con la misma mala leche.
Clint – Wally (me gusta cómo Sue le rebaja los humos simplemente con un cariñoso diminutivo) masca tabaco, refunfuña durante toda la película y habla como si del doblador de la versión española de El caballero oscuro se tratase.
La historia de un hombre gruñón pero íntegro, que ha vivido mucho, como para que nadie le diga lo que tiene que hacer. Un papel con una fuerza importante como colofón a una carrera interesante como actor (le prefiero como director, esa es la verdad), con trabajos marcados por una rudeza que, en este caso, se resquebraja por todas partes. Cuando Walt advierte disparando con el dedo (¡grande Clint!), cuando emite gruñidos amenazadores propios de un gran cascarrabias, cuando se enfada porque se siente desplazado en un barrio que ya es ajeno después de toda una vida viviendo dentro de sus límites. Todo ello nos muestra el carácter de un hombre huraño porque lo ha visto todo, todo aquello que se puede ver a lo largo de una vida combatiendo en Corea, construyendo coches mecánicamente en la Ford, arreglando grifos y tejados por el vecindario. Y porque no ha sabido, no ha querido o no ha podido entenderse nunca con sus hijos. La muerte de la mujer más maravillosa del mundo destapa todos los males que habían sido ocultados con el velo de la tranquilidad que otorga la rutina.
Racismo, acoso, violencia, el recuerdo de una guerra terrible (¿cuál no?), pero también amistad, comprensión y tolerancia a pesar de unas diferencias, muchas.
Una película en la línea de las por él dirigidas, mostrando realidades a partir de pequeñas historias muy humanas y muy cercanas, a pesar de pertenecer a un país, el norteamericano, que cada vez se antoja más lejano, y no me refiero a la geografía.
En líneas generales, la película me gusta pero hay algo que me molesta, que acaba chirriando, y es esa heroicidad que resuena a martirio y que se concreta en la imagen final. Esa crucifixión invertida nos pone en la pista de un neo mártir inspirado en San Pedro, porque asimilarlo a Cristo ya sería demasiado. No me convence porque en el caso de Walt tal vez se deba a que ya no tiene nada que perder y eso, señores, no es un sacrificio, es hastío provocado por una vida que se ha vuelto insustancial.
Pretencioso final para el protagonista de una película que, como digo, es recomendable e inspiradora. No dejen de verla, amigos, es el testamento actoral de Tío Clint.