
¡Spoilers! No digan que no aviso...
Woody Allen ha filmado la película que me habría gustado protagonizar.
Al igual que el personaje interpretado por Owen Wilson me hubiera gustado habitar París en los felices años 20, recorrer sus calles para tropezar con Dalí montado en un rinoceronte imaginario (es un decir...) o ver bailar a la exótica Josephine Baker con su falda de plátanos.
¿Será que cualquier tiempo pasado fue mejor? Ésta es la pregunta que se hace el realizador neoyorquino en el que, hasta el momento y en vista de las pre-producciones, es su último largometraje, Midnight in Paris (2011). Y la conclusión, pese a todo, es muy clara. Pero no adelantemos acontecimientos que así, ya de paso, les mantengo con la intriga, si es que se arriesgan a leer la reseña sin haber visto el film.
Allen nos regala (sí, señores, me ha gustado. Y mucho) una película pequeña, sin grandes pretensiones, sencilla... pero muy onírica y divertida. He de decir que, después de haberle abandonado tras Match Point (2005), que no me gustó (no me tiren nada, por favor), el reencuentro ha sido de lo más agradable.
El espíritu es el el mismo, en el fondo: el estudio de las relaciones, básicamente entre hombres y mujeres, siempre con el apoyo de unos diálogos hilarantes y aportando de nuevo un fondo crítico hacia la sociedad actual.
En este caso se trata de una pareja que se haya a las puertas del altar y que viaja a París con los padres de ella. Conflicto asegurado, estarán de acuerdo conmigo. Y más si se ve a leguas que Inez (Rachel McAdams) no está enamorada de Gil porque no tienen nada en común. La sensibilidad nada puede contra el materialismo o eso puede parecer en un primer momento.
Tras tener la increíble experiencia de vivir en un tiempo que se imagina extraordinario (siempre he pensado que la reunión de genios en el París de los años 20 lo fue), parece que Gil quiera quedarse anclado en el pasado, al lado de otra incomprendida, la hermosa Adriana (Marion Cotillard). Sin embargo es consciente de que allí está de prestado, que su tiempo es otro y que la vida y el destino le deparan sorpresas. Pero, claro, ya ha pasado por la experiencia de aconsejar a Buñuel (es el único personaje que no me gusta de toda la película. No me lo imagino yo así a don Luis. Sin embargo el Dalí de Adrien Brody es de lo más gracioso). Envidia siento, así se lo digo.
Así que, pese a todo ello, y como decía antes, la decisión es fácil de tomar y todo lo hermoso y emocionante está de enhorabuena.
Y, a grandes rasgos, y sin ánimo de descubrir más el argumento, de esto se trata. Y sólo añadir que, si se dejan, el buen rato y las sonrisas (alguna risa que otra también) están aseguradas. A los hechos me remito.
Salud, señores.