
Y para celebrar la primera centena de este blog cinéfilo que mejor que dejar de lado por un instante su objetivo habitual, cambiar de regsistro y hablar del resto de las Artes (algo que, por otro lado ya no resulta original ni transgresor en este espacio, pero me gusta).
Y es que necesito hablaros de un señor que me tiene atrapada en su aullido silencioso. Después de El grito de Edvard Munch, es el que Francis Bacon plasma en su obra el que más me atrae. Su pesadilla es subyugadora, inquietante, pero comprensible.
Confieso que nunca me había llamado la atención este artista, que no había sentido su llamada hasta que tuve la ocasión de admirar su obra en el Museo del Prado (no cambies nunca, por favor). No quise escuchar las explicaciones de la audioguía, me negué a tener una explicación previa para poder admirar con los ojos limpios de conocimiento una visión de la vida particularmente pesimista. Y ya lo creo que lo disfruté.

Los trazos, la creación de los espacios con dos líneas, los gritos que sugieren desazón y hastío, la descomposición de las formas, el homenaje al amante muerto (¡qué maravilla esa serie de las sillas y las sombras que premonizan la muerte venidera!), el estudio de los cuerpos a partir de las fotografías de Muybridge, la influencia del cine y de las imágenes contemporáneas en general... ¡Qué gusto de exposición! Os la recomiendo enfervorecidamente.

Y tras estas recomendaciones para almas saludables y después de haber aparcado por unos días mis visionados habituales, ahora toca recuperarse y ver los nominados a los Oscar. En breve más y, espero que así sea, mejor.