domingo, marzo 01, 2009

FELICES CIEN



Y para celebrar la primera centena de este blog cinéfilo que mejor que dejar de lado por un instante su objetivo habitual, cambiar de regsistro y hablar del resto de las Artes (algo que, por otro lado ya no resulta original ni transgresor en este espacio, pero me gusta).

Y es que necesito hablaros de un señor que me tiene atrapada en su aullido silencioso. Después de El grito de Edvard Munch, es el que Francis Bacon plasma en su obra el que más me atrae. Su pesadilla es subyugadora, inquietante, pero comprensible.


Confieso que nunca me había llamado la atención este artista, que no había sentido su llamada hasta que tuve la ocasión de admirar su obra en el Museo del Prado (no cambies nunca, por favor). No quise escuchar las explicaciones de la audioguía, me negué a tener una explicación previa para poder admirar con los ojos limpios de conocimiento una visión de la vida particularmente pesimista. Y ya lo creo que lo disfruté.



Los trazos, la creación de los espacios con dos líneas, los gritos que sugieren desazón y hastío, la descomposición de las formas, el homenaje al amante muerto (¡qué maravilla esa serie de las sillas y las sombras que premonizan la muerte venidera!), el estudio de los cuerpos a partir de las fotografías de Muybridge, la influencia del cine y de las imágenes contemporáneas en general... ¡Qué gusto de exposición! Os la recomiendo enfervorecidamente.


Por otro lado, también quería contaros mis impresiones tras ver otra maravillosa exhibición de creatividad y buen hacer. Con mucho interés me dispuse a ver la obra de Joseph Svoboda (no podría ser de otro modo si se trataba de un trabajo en el que participaba mi amigo F.).



Es impresionante el trabajo del checo, la poderosa imaginación que despliega a la hora de crear escenografías tan impactantes y sorprendentes que te dejan con la boca abierta. Previamente, el trabajo sobre papel (¡qué bocetos!) y su plasmación en deliciosas maquetas con movimientos preciosos y muy adecuados para las distintas obras: Hamlet, Tannhäuser, La gaviota,... clásicos universales totalmente renovados gracias a la visión espacial y conceptual de un hombre afable que desprende ilusión por su labor a cada palabra, en cada mirada.
La exposición estaba muy bien montada, con una iluminación cuidada y trampantojos que ayudaban a adentrarse en las creaciones de Svoboda. La pena es que no supiesen aprovechar al máximo los excelentes vídeos, especialmente la proyección a tres bandas, cuyo efecto hubiera sido realmente impactante.

Y tras estas recomendaciones para almas saludables y después de haber aparcado por unos días mis visionados habituales, ahora toca recuperarse y ver los nominados a los Oscar. En breve más y, espero que así sea, mejor.